yo bulliciosa e inquieta.
Tú nostálgico,
Tú nostálgico,
yo renegando.
Tú renegando,
Tú renegando,
yo nostálgica.
Tú sonríes, yo sonrío contigo y todo se ilumina.
Últimamente he vivido tan agitadamente que no me he detenido a contemplarte. Han pasado desapercibidos el tiempo, tus pesares, tus dolores, tus preocupaciones; no me he dado cuenta que efectivamente los años no pasan en vano y que del hombre grande y fuerte hoy quedas tú, un ser tierno y carismático aún, pero que necesita cada vez más atenciones que, pese a mis esfuerzos, no he sabido darte en la suficiente medida.
A veces paso de largo, ya ni te saludo, y tú tampoco a mi; pero lo cierto es que cuando nuestras miradas se cruzan no hace falta más qué decir. Te veo sentado, alzas la mirada y al verme tus ojos me sonríen. Sino te cojo desprevenido, me acerco a ti y te asustas, pero todo se compone con mi beso tierno en tu rostro y vuelves a sonreir. así es como me gusta verte.
Desde hoy no te veré más. Tu sonrisa, tus palabras, tus abrazos, tus historias, tu sufrimiento, tus dolores, tu enfermedad, tus problemas, tus regaños, tus aciertos, tus lecciones... todo tu quedará en mi memoria y en mi corazón. Hoy hice un último esfuerzo por verte. Me llamó mamá para ir a verte, es más, ni siquiera a ti sino a papá, que te habías puesto mal, dijeron, que mi papá necesitaba apoyo; pero qué clase de apoyo, dije yo, si él tiene el dinero y tú te ibas a poner bien, total, ya habías dado signos de mejoría, no? Y yo, una vez más necia, a regañadientes fui a encontrarte. Llegué y no me dejaron pasar. Volví a renegar, y me fui.
Pasaron unas cuantas horas y volvieron a llamar. Esta vez la llamada tenía otro tenor, en verdad estabas mal. Sentí escalofríos cuando escuchaba eso en el teléfono. Es más, ni recuerdo quien llamó, ni qué conversamos ni qué nos dijimos exactamente. Sólo recuerdo que vino a mi memoria tu imagen en aquella cama, tu expresión de dolor disimulado y tu sonrisa infinita diciendome adiós... y sentí que era en verdad un adiós eterno y no quería que fuese así.
Tras el llamado, corrí. Casi no me dejan verte. Mi primo me abrazó y me dijo que ya no estabas, no le quise creer. Luché por entrar y verte, para sentir tu último abrazo, tu último calor. Y lo logré. Estabas en la misma cama en que la que nos vimos por última vez, pero ahora yo te podía ver y tú a mi no. Tus ojos ya estaban cerrados y por primera vez, como nunca antes, noté oscuridad alrededor de los dos, ya no estabas tú para iluminarme...
Y te abracé y te besé y te lloré y te hablé y me despedí... lo recuerdas? lo sentiste? me sentiste?
Sabías que, pese a mi necedad, te quise mil? Siempré recordaré nuestras tardes de lonchesito, cuando me enseñaste a jugar casino y cuando 15 años más tarde se cambiaron los papeles y tuve que enseñarte a hacerlo porque te olvidaste; cuando me hiciste creer que tenía el don mágico de "leer" a la gente; cuando nos sentábamos "a oscuras" a conversar y pese a que yo tenía miedo a la oscuridad contigo jamás aparecía ese temor porque nunca sentí oscuridad entre nosotros.
O como cuando te dije que había conseguido un empleo y con mucho gusto y orgullo les hablé de ti, de mi abuelito querido, el hombre de la selva, que todo lo sabe y todo lo conoce, y lo que no sabe y no lo conoce, lo aprende o se lo inventa para mi.
ME conmovio muchisimo.. lo acabo de enlazar en mi blog, espero no le moleste! un saludo!
ResponderEliminarNo te preocupes, Kimie, si de eso se trata: de compartir experiencias.
ResponderEliminarGracias por pasar por aquí y comentar.
Lindo homenaje. Como alguna vez te dije (y me comentaron) las personas que queremos siempre están vivas hasta que dejamos de recordarlas.
ResponderEliminarÉl está presente hoy con la misma vigencia que en los momentos comentados en este texto y siempre te acompañará porque las personas que queremos se hacen inmortales cuando dejan este mundo.